Donnerstag, 1. September 2016


                                                                  
                                                                                                    
 ZARAGOZA en mis años de estudiante de Comercio.


Desde 1952 hasta 1958, seis años en total, estuve viviendo en Zaragoza,  en un centro de Auxilio Social llamado  “Hogar Sierra de Alcubierre”, en la Calle Supervía n° 27.  Cada día  íbamos a la Escuela de Comercio en la Plaza de los Sitios, donde estudiábamos la carrera de Perito Mercantil y Profesor Mercantil.
Todas las calles colindantes con la residencia estaban sin asfaltar  y  como olvidadas, conservando su aspecto polvoriento y algo rústico  que de siempre habían tenido  y que a mí  me recordaban un poco a las películas del Oeste.   
Ladera abajo fluía el Huerva, riachuelo de poca agua, pero manantial inspirador de innumerables aventuras. Entre la residencia y el río no había más que huertas,  y el río mismo, todavía sin cubrir, estaba a disposición de todo el que quisiera meterse en él a bañarse  o a intentar atrapar barbos con las manos, aun a riesgo de que le dieran un mordisco en un dedo.

Hay cosas de aquel Zaragoza que se grabaron para siempre en el recuerdo:  El viento helado del Moncayo en invierno  en nuestra marcha diaria a la Escuela, siempre a pie y sin abrigo;  el Parque  Primo de Rivera  con sus niñeras cuidando bebés  al tibio calorcillo del sol de otoño; también el Paseo Central,  en el que las llamadas “marmotas” y los “sorchis” se citaban.   Entre estos últimos se encontraba  esa especie de soldado medio camuflado denominado el “asistente”, que vestido de paisano pero con las botas del cuartel que le delataban iba haciendo los encargos privados de su oficial jefe. Más tarde se suprimió este género de criado algo vergonzante, ocupado como estaba en quehaceres particulares  a  cuenta del Estado.

De recuerdo peremne ha quedado  El Paseo  o también  Paseo de los Arcos -de 6 a 10 de la tarde-,  en que el público,  en una especie de noria humana,  formaba dos corrientes, una ascendente y otra descendente,  que al cruzarse  aprovechaban para contemplarse un momento.
Ellas, cogidas del brazo, riendo y charlando todas al tiempo,  eran en realidad la sal del Paseo. Unas vestidas con rebecas de colores variados  y algún que otro uniforme escolar; otras, con las galas de los domingos, pero todas  guapas, adorables. Las paseantes más asiduas eran las colegialas de los liceos,  los estudiantes,  las “señoritas casaderas” a la caza..., y por supuesto los cadetes de la Academia Militar,  siempre en pugna con los estudiantes universitarios.  ¡Ay, paseo provinciano!, rebosante de ingenuidad y  de ilusión  que hoy recordamos con añoranza.
Aquel Zaragoza, sosegado y seguro, aunque de ningún modo aburrido, era   acogedor. Sin embargo, hoy día, por lo que oigo, hay fuerzas empeñadas en hacerlo grande, grandísimo, aplastante...

                                                                                                               ********


                                                                                                                   Foto 1

Esta foto está hecha en la entrada principal del Sierra de Alcubierre,  y ese grupo de chicos fue la última promoción que haría los estudios de Comercio en Zaragoza. Dos años más tarde, en 1958, comenzó la diáspora, yéndose unos a acabar la carrera a Madrid y otros a Barcelona. Los chicos que a continuación fueron llegando al Alcubierre ya sólo estudiaban el bachillerato. El régimen que se implantó a continuación fue muy rígido y controlado (por suerte para los chicos), ya que el antiguo director –D.Angel Navarro- había sido destituido, aunque conservó su puesto de maestro.
El nuevo director –creo que se llamaba Isidro- era un joven estudiante de veterinaria, inteligente y empollón, que ya pertenecía a una generación más moderna. Después de los cambios continuó llamandole a D. Angel de usted y tampoco insistió en que se intercambiaran  los despachos.
En la foto soy el “garbanzo negro” de camisa blanca, sentado en la escalera.
El hogar se inauguró en 1943 por iniciativa de D. José Talayero, maño e Inspector Nacional de Enseñanza Primaria.

                                                                                                                    Foto 2 
Los partidos de balónmano, en Alcubierre, se jugaban en la parte trasera del hogar, en "nuestro" campo, que a fuerza de haberlo utilizado tan a menudo nos lo habíamos "apropiado". Lo cierto es que lo habíamos aplanado sin más ayuda que un pico y una pala. La cal necesaria para marcar el campo se recogía de algún vertedero del Huerva. Al fondo de la foto se ven las ventanas del costurero y de la despensa. El defensa, vuelto de espaldas, era De Madariaga, y el portero que no la vio venir, mi hermano Paco.
El público subido a la “grada” es realmente interesante. Si empezamos por la izquierda vemos a un espectador con la gabardina al hombro, detalle que se consideraba elegante y dominguero. Luego viene una niña, de expresión virginal y calcetines blancos (¿pantalones? ¡Hombre, por Dios...!) A continuación, los curas con la teja en la testa, quienes impartían la enseñanza en los colegios religiosos: Corazonistas, Maristas, La Salle, etc. Sin embargo en cuestiones deportivas eran unos auténticos fanáticos y más de una vez a punto estuvieron de llegarse a las manos, cura contra cura;  menos mal que no se enteró el Papa. Y después, ese chico del abrigo azul marino, pantalón bombacho, calcetines blancos y botines de deportes; de verdad, todo un cromo.
                                                                                                                    Foto 3
Equipo juvenil de balonmano del Hogar Sierra de Alcubierre de Zaragoza, formado en el campo de la Ciudad Jardín (?) Esto último lo digo por los trampolines de la piscina que se adivina al fondo y por la abundante arboleda que allí había (en ese recinto la Falange tenía su emisora: Radio Juventud). En el centro del grupo se encuentra Don Ángel, Director del Alcubierre, que era al mismo tiempo  preparador y entrenador del equipo, aun cuando jamás le vi entrenar a nadie. Me parece que de la materia entendía lo que yo: cero, cero. La táctica a emplear cada domingo la definía con un simple: “como siempre,  too palante”. Como los chicos no se entrenaban, el día del partido cada uno actuaba según la inspiración del momento y a veces hasta ganaban.

     
                                                                                                                  Foto 4
Otra vez el equipo juvenil (hasta los 18 años). Mi hermano, como era un guaperas  está fardando en el primer puesto. A todos se les ve delgados y correosos. Cuando el equipo tenía que enfrentarse a otro de peso y de fuera de Zaragoza se recurría al refuerzo de algún “juvenil” de 20 años o más, pero que fuera bajito, para no despertar sospechas. En esos casos se echaba mano de  Cerro, que aunque ya pasaba con mucho de la edad reglamentaria, sólo  medía 1,60 m. escasos, lo que le convertía en el candidato ideal.  Claro que luego había que falsificar la ficha deportiva, pero eso  en realidad era un juego de niños, ya que apenas nadie tenía carnet de identidad. El último de la fila era el “Mejicano”, como le llamábamos por haber nacido allí. 

                                                                                                                  Foto 5
 Calle Santa Teresa de Jesús, paralela a Ram Viú. Estamos ante la tasca de Casa Manolo, donde se bebía un vino de Cariñena de primer orden por poco dinero. El del porrón en alto es Ocaña; luego viene Cerro, el “refuerzo” del equipo juvenil; el de la guitarra es el menda (no conocía más que dos acordes, pero era igual). En cuclillas, Banegas, quien señalando orgullosamente con un dedo a SUS botines me traicionaba, dando a entender con su gesto que me los había prestado (menos los calzoncillos, allí nos prestábamos todo). – Ocaña y Cerro ya se fueron a pasear por el cosmos.
Al lado de la tasca había una carnicería, pero el carnicero,  que debía de ser un purista de la lengua, anunciaba su tienda como carnEcería (véase foto).

                                                                                                                   Foto 6
Como comentario voy a repetir el mismo que le puse a esta foto en el blog "Hogar Ciudad Universitaria de Auxilio Social" (por cierto, es un blog en el que recomiendo entrar ): En un bonito parque de Zaragoza (Parque del General Primo de Rivera, padre que fue del inventor de la Falange) estoy acompañando a cuatro hembras del Hogar María de Molina o del Hogar de Hortaleza de Madrid, no recuerdo bien. Lo más seguro es que nos fuéramos todos a pasear porque nadie tenía un duro en el bolsillo para irse al cine. En fin, que nos reimos bastante, respiramos aire puro y lo pasamos bien de manera inocente y simple, según los cánones de la moral vigente. Y a lo mejor hoy día, rodeadas de nietecitos, hasta se acuerdan de mí.

                                                                                                                  Foto 7
Algunas veces si nos apetecía nos íbamos a Casa Manolo, en la Calle Santa Teresa de Jesús, a beber buen clarete de Cariñena, que Manolo nos servía de las diferentes cubas o recipientes grandes adosados a la pared. Pagar, pagaba el que tuviera dinero, además de unas aceitunitas, sin preocuparnos de a quien le tocaba, pues allí íbamos a charlar, a beber y a disfrutar. El grupo lo componían estudiantes de diferentes facultades: Dos eran de Medicina; uno de Derecho; otro era locutor de radio, y el que está sentado, Poncho, estudiaba arquitectura. Él vivía en la villa de enfrente del hogar, haciendo esquina con La Elipa. Tenía dos hermanas que quitaban el hipo. Venía de vez en cuando por el hogar, pues tenía amistad con Fernando Guardiola. Qué lástima; no he vuelto a ver más a ninguno de ellos...

                                                                                                                      Foto 8
Año 1955. A la izquierda, Manolito, "el gafas"; luego, Banegas, que también tenía gafas, pero no sé por qué nadie hacía alusión a ello; yo con un cigarrillo (sería un Timonel) de cuando aún fumaba, y Carmelo. Estamos sentados en una ventana de la clase cercana a las duchas. - Si contemplamos la estructura de de la fachada, ¡qué manera tan costosa de edificar una casa, ladrillo a ladrillo! Claro que en 1943, que es cuando se construyó, lo que sobraba era mano de obra barata.

                                                                                                                        Foto 9
Grupo de chicos del Alcubierre en ociosa y piramidal formación en uno de sus paseos por el Parque Primo de Rivera de Zaragoza. Los barriles, llenos de alquitrán, estaban ahí, olvidados y sin vigilar, sin que corrieran riesgo de que alguien se los llevara a casa. Y la escalerita esa, que servía para salvar un desnivel, era en realidad supérflua: la gente bajaba mejor por la rampa. –Los chicos: Charterina, magnífico atleta; Carmelo, de mi curso y algo soso, pero con ese palmito, ¿para qué el salero? Carlos, se marchó a America a comprar cigarrillos y todavía esperan su vuelta; Ernesto, con una bonita camisa a cuadros, que (je,je) llenaba con dificultad. La foto es de 1955, en verano.

                                                                                                                       Foto 10
 Estamos sentados en el jardín de Alcubierre. Al otro lado de la calle se ve la casa de Poncho, chico estudiante de arquitectura, amigo de Fernando. La familia era muy beata, él, un señorito, y las hermanas, dos bombones. De pie: Marianito presumiendo de reloj de pulsera. Lamentablemente, la esquizofrenia acabó con él. ¡Pobre chaval! Su madre vivía en Argentina. –A su lado, Cordeiro, tan desorientado como la mayor parte; luego viene ese otro, cuyo nombre no recuerdo, pero sí que era un inofensivo fullero. Sentados: Fernando, con sus piernans de cinco leguas; y al final, yo, con mi camisa a cuadros y un reloj de pulsera, ¡wau!

                                                                                                                Foto 11
Esta foto  parece estar hecha en las proximidades del Ebro; no lo sé, pues no estaba presente. Me parece que son los chicos de la rondalla de Alcubierre, y ellas, las chicas del hogar femenino (nunca llegué a aprender el nombre) del Auxilio en Zaragoza. Seguramente bailaban jotas con la Sección Femenina a los acordes de la rondalla. Entre ellas veo el rostro entristecido de una chica que salía con un compañero nuestro...
                                                                                                                     Foto 12
Grupo de muchachos de Alcubierre apoltronados cómodamente en los arriates floridos, ¡y tan floridos de bellos claveles!, los cuales nos prendíamos en la solapa de la chaqueta el día que teníamos examen. Y con ese gesto trivial y algo coqueto emprendíamos el camino de la Escuela, ahora más ufanos y seguros.

                                                                                                                   Foto 13
 Subidos a un pilar de la valla del jardín de Alcubierre,  según se entraba a la izquierda, se encuentran: Prieto, apoyándose en Ocaña;  éste a su vez, en Ernesto, y yo, que aguantaba todo el peso, agarrándome como podía a la pilastra para no caerme. Bonita foto. Éramos jóvenes; el jardín, florido; era verano y habíamos aprobado todas las asignaturas. ¡Yupi..!

La cerca en que estábamos subidos era casi de lujo: preciosa de forma y color. Sin embargo, por una de esas absurdidades de entonces sólo cercaba tres lados del edificio. Así pues, la parte trasera  estaba abierta a todo el mundo ( un día que  un raterillo se extravió por alli,  le apresaron. Otra vez fue un gato, al que nuestro perro, el valiente “Piru”, mató, y Anita, la cocinera, lo asó como si hubiera sido un conejo, que luego se repartieron entre sí los que habían intervenido en la cacería).

Aprovechando las circunstancias pudimos “apropiarnos” del terreno trasero y acondicionarlo como campo de deportes con la ayuda de un pico y una pala.

                                                                                                                    Foto 14
 La foto la he metido para que algunos puedan acordarse de los pupitres de estudio en la clase de la derecha. La foto no está mal; pero esos papeles en el suelo y esos deconches en la pared..., jodó, Ernesto, si parece que estás en una sala de espera de tercera...

                                                                                                                   Foto 15

Fragmento de un plano de Zaragoza de los años cincuenta. De todos modos, el Instituto Ramiro de Maeztu (en el plano pone también Instituto Goya) que se ve ahí, junto a la vía del tren,  estaba todavía en construcción en 1958. Aquella zona era un descampado que cruzábamos todos los días para ir a la Escuela, y en medio del descampado, creo recordar, estaban las ruinas de un merendero que se llamaba “El toro”. ¡Qué bien se ven los nombres de las calles con el zoom! -El Huerva estaba todavía sin cubrir, así como la línea ferroviaria que cruzaba la ciudad por una hondonada que nosotros contemplábamos asomados al pretil.
                                                                                                                     Foto  16
Inocente timba organizada en un día de verano, en el primer piso, al final de los dormitorios. Las mujeres del servicio como eran tan viejas, ¡hala!, un piso más arriba,  para que hagan ejercicio subiendo las escaleras.
El primero de la izquierda es Goicoechea Gurubil, vasco, naturalmente, que tocaba muy  bien la bandurria. Era extraordinariamente musculoso, eso que no hacía nada de particular. Luego estoy yo, con cara de chico decente y aburguesado que intentara enviciarse sin conseguirlo. Con el cigarrillo en la boca, De Madariaga, que ya se fue para siempre, así como Saínz, a su lado. Al fondo se vislumbra el Parque Primo de Rivera y junto a esas casitas blancas, el Huerva.
                                                                                                  Foto 17
 Eladio –el cachas-, está de mala suerte y tiene que jugar con las proletarias alpargatas. Peor todavía, el siguiente –Trujillo-, que tenía no sé qué en un pulmón, y que en la foto parece fuera a jugar con las zapatillas de invierno. Y Don Ángel como siempre: Indispensable y supérfluo, como en las demás fotos. Bueno, es que era el entrenador...

                                                                                                                      Foto 18

Como el Sierra de Alcubierre pertenecía teoricamente a la Falange, D. Ángel –el Director del hogar- nos obligaba a asistir a los mítines, peregrinaciones y competiciones del Frente de Juventudes, por lo que en 1954  un grupo de “elegidos” tuvimos que tomar parte de la peregrinación Vigo – Santiago de Compostela, de 110 kms., a recorrer en cinco días.
La primera etapa fue de fábula, ya que a cada uno le estaba permitido caminar en grupo, en formación, o solo (todavía me admira el que uno de aquellos jefes fuera de espíritu tan libérrimo que tal nos permitiera). El resultado fue que la mayoría llegó con un  retraso de horas. Yo por el contrario no sentía ni el peso de la mochila, y todavía recuerdo el gozo con que anduve aquellos 22 kms.: Iba solo, ligero de pies, borracho de alegría... 
A ambos lados del camino se iban quedando grupos y centurias, rotas y abatidas por el desánimo al faltarles el jefe, la fusta. A mí sin embargo me llevaban no sólo mis 19 años, sino también mis canciones, la belleza del paisaje y el sentirme tan libre como debió de sentirse el primer hombre sobre la tierra.
Por desgracia, para que no volviera a repetirse la catástrofe del primer día, el mando decidió hacer las etapas restantes en formación, tal cual la foto, lo que para mí representó un martirio.

                                                                                                                        Foto 19
Este es el equipo „A“ de balón mano del Alcubierre, ante el que casi todos temblaban. Todos  menos el “Casablanca”, que eran unos chulos, y el “Iberia” con sus gigantes de más de 1,90 m. de altura. Ortega, el portero nuestro, medía 1,65 m., por lo que tenía que usar rodilleras para tirarse al suelo. Un buen portero moderno, mide 2 m. y desde luego no le hace falta tirarse; le basta con alargar los zancos.
                                                                                                                Foto 20
En una excursión que hicimos --Delfina,  simpática mujer de la limpieza, ya mayor; Ortega, el portero de balón mano; Antonia, que nos servía en el comedor, y yo--, nos fuimos caminando, seis o siete km., hasta la Almozara. Una vez allí,  nos encontramos con un jardín gigantesco, lleno de árboles frutales, huertas, campos de maiz, pequeños pinares y toda clase de arbustos.
Y en ese vergel estamos Antonia y yo yaciendo sobre mullida hierba.  Ella, con un cuerpo regio y un intelecto de bebé, era de tipo nórdico:  tez pálida y huesos largos. Una muestra de mujer que no sé por qué siempre pensé que se encuentran indefensas ante los demás y ante sí mismas... Y ahora, ahí estaba ella,  amable y acogedora, junto a mí,  después de la caminata con esos zapatones y sin calcetines...
Foto 21
Verano de 1958. Segundo año de Milicias en el campamento de los Castillejos, en la sierra catalana, a 1200 m. de altura. Aire puro ( en 20 kms. a la redonda, ni una casa), vida ruda, a veces agotadora, pero por encima de todo, sumamente sana. El que está de pie en el muro es Donato, catalán puro, pero abierto a todo, inteligente, buen atleta y estudiante de arquitectura. A sus pies, Celaya, vasco, estudiante de medicina y con un cuerpo ya algo decadente; además del Opus Dei. Detrás de él, Domenech, arquitectura y poco simpático. En primer plano, con el fusil en alto, un servidor, cuando aún era rubio y estudiaba comercio. Y el que está apoyándose en mí estudiaba medicina. Todos eran de mi tienda.
                                                                                                          Foto 22
 ”Foyer” de un teatro de Zaragoza, cuyo nombre ya he olvidado. Se clebraba una fiesta organizada por el Sierra de Alcubierre a la que también asistieron las niñas de hogar femenino y otros colegios particulares. Uno de los organizadores era Juan Martín --situado en el centro en la foto--, que apodábamos el “feo”, aunque no lo fuera tanto. Más tarde --a lo mejor para vengarse-- se hizo millonario con un negocio de compra-venta de inmuebles. Pero claro, luego llegó la Parca y no le permitió llevarse ni un ladrillo... El del cigarrillo en la mano es un chico de la Escuela de Comercio. Y a la izquierda, con las manos en los bolsillos y sonando la calderilla, estoy yo, con un traje que me sentaba bien y que me había prestado Ocaña. La corbata azul, de raso brillante, sí era mía, así como la calderilla del bolsillo, que para más no llegaba.
                                                                                                        Foto 23

Todos los veranos, en agosto, Don Angel y los alumnos nos íbamos a la Almozara, andando cada uno a su aire. Una vez llegados a la orilla del Ebro, nos encontrábamos impepinablemente con una miriada de mosquitos, que parecían estar esperándonos para acribillarnos. Así que lo primero que se hacía era una hoguera con mucho hierbajo verde que producía una humareda tal que pronto no quedaba uno vivo.

Nosotros mientras tanto nos íbamos a bañar al Ebro, en el que “claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas nos ofrecen” ( si no me equivoco, esto es del Quijote) y en el que nos zambullíamos sin temor a enfermar de cólera, tan clara como estaba el agua. Me parece recordar que no había peces  ni tampoco una simple barca; qué chocante, con tanto río... Los tres bañistan son : Prieto, Carmelo y yo.

A la caida de la tarde tomábamos otra vez el camino de San Fernando, un poquito a pie y otro andando, hasta llegar a nuestra Supervía.  Aquel era siempre un día glorioso.
     

                                                                                                                              Foto 24 

Grupo de chicos del Alcubierre que acudió al Congreso Eucarístico de Barcelona en 1952. Ahí están casi todos los mayores: Ariño, Del Val, Blanco, Calcedo, Ferrús, Tejeda, Redondo, etc., etc.

                                                                                                       Foto 25
Quiero terminar este vagar sin rumbo por el revuelto mar de los recuerdos con un dibujo que hice en Alemania, en la Escuela de Adultos, de una pantera de 19 años y afiladas uñas,  estudiante de arte, quien gentilmente posó para nosotros, en un alarde de generosidad y belleza. Vive la femme!
                                                              



 Wiesbaden, (Alemania, 2016)
                                                                                                                              Ernesto Fernández


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